jueves, 28 de enero de 2016

Capitulo 3

En verdad, no te voy a mentir, lo primero en lo que me fije fue en su precioso y respingón trasero (solo porque estaba de espaldas), estaba colocando su maleta, cuando se giró y vi sus preciosos ojos pardos y su piel morena, a juego con su pelo castaño, se me ilumino la mirada.
Fue un momento algo incómodo ya que el pasillo era muy estrecho y el roce era inevitable.
Él y yo estábamos cara a cara, a centímetros de distancia, y sonriendo como dos idiotas, y como ¡no! La idiota de Samanta! O sea ¡YO! Tuve que sacar ese lado patético y torpe de mí, y si señores y señoras mis pies empezaron a descoordinarse y me caí delante de aquel Brad Pitt.
Como no él tan caballeroso se agacho y me pregunto que si me encontraba bien, y yo como buena idiota que soy lo único que pude responder fue:
-No, no es nada solo comprobaba a ver si el suelo estaba bien echo.
Me levante y me sacudí mi sudadera, él se estaba riendo… no se si de mi caída o de mi estúpido comentario, pero ya no podía quedar bien delante de él.
Me senté y me dispuse a ver una película pero de repente oí que alguien me hablaba, me quite los cascos y ¡SI! ME ESTABA HABLANDO ÉL!!  Yo pensé que me iba a tomar por patética.
-¿Tu nombre?
-¿El tuyo?- Intenté hacerme la interesante.
-Alejandro, pero puedes llamarme Alex, y el tuyo… déjame adivinarlo.
-Nunca lo adivinaras, no es muy común.
-¿Estás segura?- Me dijo con la sonrisa más encantadora que podría a ver visto en mis 17 años.
-Sorpréndeme
-Por tu piel morena, y por tus ojos azules, por tu pelo castaño y rizado… y por tu carisma… podrías llamarte… ¿Samanta? A lo mejor.
Me quedé patidifusa, ¿cómo este desconocido terriblemente hermoso, podía saber mi nombre?
-¿Qué… Como… ¿COMO SABES ESO?¿Qué eres del C.I.A? Seguro que te ha mandado mi padre, para vigilarme. Dile a mi padre que esto no le va servir de nada.
Él estaba riéndose como si hubiera contado el peor chiste del mundo (el mejor no, porque los más graciosos son los peores, o esa es mi teoría)
-¿De qué te ríes?- Pregunté, ya que él seguía riéndose.
Señalo mi libro en el que ponía propiedad de Samanta Santana. Que estúpida soy de verdad. Pero para intentar arreglarlo dije:
- Encantada, Samanta pero mis amigas me llaman Sam- Y le cedí la  mano para que la diera y con los mofletes relucidos en color rojo tomate.


El me dio la mano y tuvimos un viaje con mucho tema de conversación.








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